El 9 de junio de 1956 a pocos meses del golpe gorila contra el gobierno peronista, el Peronismo intentó, por primera vez, traer a Perón y recuperar el poder para el Pueblo. Esta insurrección, cívica y militar, fue reprimida de una manera sangrienta.
Al poco tiempo de que Lonardi dijera “Ni vencedores ni vencidos” en una de las frases mas falsas de la historia, las cárceles Argentinas se llenaron de presos políticos y gremiales; 30.000 detenidos por causas políticas, 200.000 delegados de fábricas inhabilitados, el decreto 4161 vigente (prohibiendo hacer cualquier mención sobre el Peronismo), y la proscripción política de la fuerza mayoritaria del país, el Peronismo.
Un sector del ejército liderado por el Gral. Valle aparece en escena; pero es infiltrado por los servicios de inteligencia que lo dejan avanzar, para poder dar un “castigo ejemplar” y así terminar de una vez por todas con las aspiraciones peronistas de retornar al poder.
Sin la vigencia de la pena de muerte, ni juicio previo, ni decreto de fusilamiento, destacamos el caso de un grupo de civiles fusilados en el basural de José León Suarez. Algunos de ellos estaban vagamente conectados con el movimiento y otros ni siquiera sabían de su existencia; unos pocos consiguieron escapar a la muerte.
José León Suarez, La Plata, Lanús, Campo de Mayo, la Escuela de Mecánica del Ejército, y la Penitenciaría Nacional, fueron los lugares donde, entre el 9 y el 12 de junio, fusilaron a los compañeros que intentaron retornar al cauce Nacional y Popular los destinos de la Patria.
Pero la defensa de un programa con Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política donde se conjugan los intereses del Pueblo y la Nación, es asumida por la mayoría de los peronistas que “a pesar de las bombas, de los fusilamientos...” como dice la canción, que aún hoy se corea en las manifestaciones, siguieron luchando y escribieron las páginas más gloriosas de la larga Resistencia Peronista que culminó luego de 18 años de lucha con el retorno del General Perón.
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